Es uno de los disfraces para adultos más clásicos y fáciles de armar, sobretodo para aquellos casos en que tenemos poco tiempo para la ocasión a la que se debe asistir disfrazado. Sirve tanto para hombres como para mujeres y requiere pocos accesorios.
Se puede resolver con una túnica larga, preferentemente con capucha, un cinturón acordonado y unas sandalias de pecador. Si se le quiere agregar algún detalle se puede incorporar algún elemento religioso, como puede ser una cruz que cuelgue de una cadena al cuello.
Este disfraz tiene el encanto de lo misterioso, porque si la capucha es grande puede ser usada como elemento para tapar la cara parcialmente al momento de aparecer con el disfraz.
En caso de querer aumentar el misterio se podrá agregar un antifaz grande que cubra el sector de los ojos o más aún una careta. Como además consta de una túnica, el cuerpo puede estar muy disimulado dentro de ésta, incluso se puede recurrir al uso de rellenos en distintas partes del cuerpo si uno quiere no ser identificado por su silueta.
Los mejores colores para este disfraz son el negro, gris plomo o el marrón, colores discretos y oscuros que trasmiten la sensación de misterio que se quiere lograr. En contraste los posibles accesorios, como el cinturón o las sandalias pueden ser en tonos más vivos, pero es mejor que respondan a un estilo rústico y austero. Quizás el toque de color se puede lograr en la cadena y la cruz, que pueden ser en un dorado resaltante o combinado con rojos, amarillos o verdes que simulen piedras preciosas.
Es importante, también, la actitud de recogimiento y oración, que debe mostrar el disfrazado al momento de exhibirlo, quizás con las manos juntas y la cabeza inclinada hacia delante, como en ejercicio de meditación.