Se acaba el verano, empieza el otoño y Halloween está a la vuelta de la esquina. Por eso, durante las próximas semanas, te iremos proponiendo una serie de disfraces que podrían servirte de cara a celebrar esta fiesta en la que, con toda seguridad, te lo pasarás de miedo.
La propuesta con la que abrimos esta serie es todo un clásico; el disfraz de zombie.
Este disfraz es uno de los más baratos y sencillos de realizar que existe. Para la ropa, podremos buscar en nuestro armario y coger algunas piezas que ya no usemos. El tipo de ropa dependerá del tipo de zombi que queramos ser; podemos ser desde un zombi normal y corriente con unos vaqueros y una camiseta cualquiera, a una animadora muerta si podemos hacernos con una faldita, una camiseta y unos pompones de colores. Otras propuestas serían:
– la ama de casa zombi, que conseguiremos poniéndonos unos rulos en la cabeza, una bata de estar en casa y, una zapatillas con pompones de colores, por ejemplo.
– el ejecutivo muerto, si podemos conseguir un traje viejo y un maletín.
– la niña/niño zombi, si conseguimos algún tipo de vestimenta con aire infantil, al que podremos añadir complementos como piruletas gigantes, ositos de peluche, etc.
Estos son algunos ejemplos, pero echándole imaginación podremos ser el zombi que más nos guste.
Con unas tijeras rasgaremos un poco la tela de nuestras prendas de ropa, para dar sensación de viejo. Además, puesto que se supone que un zombi es un muerto viviente, intentaremos manchar bastante la ropa. ¡Cómo si acabásemos de salir de nuestra tumba! Para esto, podemos utilizar betún de color marrón, lo que dará sensación de manchas de tierra.
Por si todavía no lo teníamos claro, hay que tener en cuenta, que un zombi es un muerto viviente, por lo no podremos ir con nuestra cara limpia y reluciente. Para el maquillaje tendremos que simular tener muchas ojeras y estar pálidos (¡ya no corre sangre por nuestras venas!). También podríamos añadir otros detalles como una boca cosida, algunas heridas, etc.
Todos estos efectos los podemos conseguir con maquillaje de tonos muy claros para la cara y pintura de tonos morados para simular nuestras ojeras. Si queremos “coser” nuestra boca, utilizaremos un lápiz negro y dibujaremos los hilos de un lado a otro de los labios. Para simular heridas, podemos comprar sangre de “broma” en alguna tienda de disfraces y dejarla secar.
Una vez que tengamos todo esto, lo único que nos queda es actuar como verdaderos muertos vivientes: arrastrando los pies, con las manos en el aire y emitiendo algún que otro grito de vez en cuando que asuste a los que todavía están vivos.