Cuando uno se ha pasado del orden de diez años organizando fiestas universitarias en locales de ocio nocturno de Salamanca, por obtuso que sea, acaba por aprender una o dos cosillas sobre la fiesta, el ligue, el amor, el encontrar pareja y el alcohol.
Dejando el elemento etílico de lado (aunque muy bien podríamos incluirlo), hablaremos de las fiestas y el ligue. Concretamente, de hasta qué punto pueden estar relacionados el juego de disfrazarse con el juego de la seducción.
Como no es este el objetivo, no vamos a hacer un repaso histórico por cómo el disfraz ha supuesto desde siempre un arma de atracción o una excusa para llevar a cabo todo tipo de excesos, en pareja o en grupo, de una manera más o menos discreta.
Un par de ideas muy divertidas
La idea es, más bien, dar un par de ideas para fiestas en las que el disfraz suponga un empujoncito para darle luz verde a Cupido. Una cosita: la analogía de la luz verde no es casual, sino una introducción a la primera de las posibilidades.
Los semáforos
Y la primera de las posibilidades es un verdadero clásico. Fácil y barato de organizar, se proporcionará a cada participante en la fiesta una caja de cartón del tamaño de su torso, forrada con un papel, digamos gris. La caja se entrega con tres agujeros circulares de unos diez o quince centímetros de diámetro, cada uno cubierto por un plástico de color rojo, amarillo o vede.
Sí. Acabamos de disfrazar a los invitados a la fiesta de semáforo. Les daremos también una pequeña linterna para que cada participante ilumine, desde dentro, el disco que le convenga: amarillo si está dispuesto a conocer gente, verde si le gusta con quien está hablando o rojo siv no quiere conocer a nadie o la persona con la que haba no es de su agrado. A prueba de tímidos.
Nuevas tecnologías
Un juego un tanto más complejo: también entran en lid las cajas de cartón, pero en este caso cubriendo a los invitados casi hasta las rodillas y con una ventana transparente entre el pecho y la cintura. Correcto: disfraces de móviles. Esta vez, complementados por unas cartulinas y un rotulador que nos permitirán enviar “mensajes de texto”.
No parece necesario, en este caso, explicar la mecánica.
La idea es, en todo caso, ayudarnos a romper con la timidez, apoyándonos en los disfraces. Que el hecho de que el ser reservado no nos impida, al menos por una vez, vocalizar y decir sin tartamudeos qué nos hace sentir una persona.