El face painting es una interesante variante del body painting, que a su vez es una forma del body art (o arte del cuerpo).
Como su propio nombre indica, consiste en pintarse la cara, pero va un paso más allá de aquello que conocemos como maquillaje tradicional. Ahora que se aproxima el carnaval, es interesante que nos aproximemos a esta forma artística.
Las obras de body painting se diferencian de las obras de arte convencionales fundamentalmente por un factor: el soporte de la pieza, que en este caso es el cuerpo. Por lo tanto, se trata de una forma artística temporal, que se exhibe principalmente a través de la fotografía, ya que la exposición in situ de la obra tiene una duración muy limitada. Digamos que el body painting es algo así como un tatuaje temporal sobre el cuerpo.
El face painting tiene las mismas características que el body painting. A penas se diferencia en que se limita a la zona de la cara.
Si buscamos los referentes remotos de esta forma de expresión artística, tenemos que remitirnos a los rituales que se hacían en los pueblos indígenas de Sudamérica, en las que decoraban con productos semipermanentes sus cuerpos y rostros. Esto es muy llamativo en el sentido de que estas fiestas eran, salvando las distancias, lo más parecido que estos pueblos tenían al carnaval que hoy nosotros celebramos disfrazándonos.
Por otro lado, existen pruebas arqueológicas de que los pueblos remotos de la prehistoria ya empleaban diferentes instrumentos para maquillarse en rituales religiosos, aunque no conocemos tan bien las características de sus creaciones.
Para realizar un maquillaje de face painting existe una amplia gama de cosméticos especializados, basados en agua y que son capaces de resistir sin dañar la piel del rostro (que es especialmente delicada). Los acrílicos y las temperas no son recomendables en absoluto: pueden acarrear diferentes grados alérgicos y además son muy incómodos. Si te atreves a probar en casa, sólo deberás usar productos que sean calificados como “no tóxicos”.
El movimiento del face painting empezó a hacerse popular durante la década de los sesenta del siglo pasado, con el auge del movimiento hippie: las mujeres jóvenes solían decorar sus rostros con dibujos de flores (especialmente margaritas y símbolos de la paz).
Posteriormente, esto se extendió enormemente y se convirtió en un elemento fundamental de algunos disfraces, como el de hada. Por otro lado, en Europa y Estados Unidos, se convirtió en una costumbre habitual que algunos centros comerciales o ferias se ofreciese el servicio de pintar la cara a las personas: especialmente a niños. Lo más común es que los niños se acerquen a los maquilladores profesionales y les digan qué es lo que quieren que éstos dibujen en su rostro.