Llegadas las fechas Navideñas, en la calidez de nuestros hogares, damos rienda suelta a nuestra creatividad. Decoramos nuestras casas, cantamos villancicos, nos esmeramos en la elaboración de platos suculentos y exprimimos nuestros recursos para sorprender a nuestros seres queridos con sus regalos. Igualmente, el buen ambiente generado y el tiempo libre, nos permiten mimarnos a nosotros mismos un poquito más que de costumbre. No sólo nos permitimos pequeños o grandes caprichos que no solemos darnos durante el resto del año, sino que nos cuidamos un poquito más. Buscamos prendas bonitas para lucir en las fechas señaladas, cuidamos nuestro cabello y nos maquillamos con esmero. Todo este mecanismo no tiene por qué vivirse como una espiral de derroche consumista. Podemos aprender que lo que estas fechas encierran es un juego.
Hablando de juegos, el primero por excelencia, es el del disfraz. Cuando éramos niños, jugábamos a interpretar roles que no nos pertenecían: indios, papás, profesores, brujas, princesas, robots, piratas o cualquier cosa que se nos ocurriese.
Una gran señal de que la Navidad es un gran juego en el que todos participamos es nuestra tendencia a disfrazarnos. No sólo los niños, los adultos, también participamos, aunque en menor medida, en esto. La Navidad construye en nuestros hogares un paraje atípico. Y lo bueno que tiene es que nos da la posibilidad de volver a jugar. Por unos días, a los mayores se nos permite retomar la alegría y emoción que se borró con el paso de los años y el acoso de las responsabilidades de la vida adulta. Y, ¿por qué no aplicar estas novedades al dormitorio?
Por todos es conocido la imagen de la típica Señora Claus sexy. Para elaborar este disfraz basta con hacernos con un gorro de Papá Noel y cualquier prenda roja: un camisón, un conjunto de lencería o una minifalda y una camiseta sugerente. Después, podemos completarlos con unas botas negras o rojas, a gusto del consumidor o incluso con unos zapatos de tacón alto.
Sin embargo, no es muy corriente encontrar la versión sexy de Papá Noel. No obstante, muchos padres se disfrazan del emblemático bonachón para jugar con sus hijos. Y yo me pregunto, ¿por qué no hacer un uso 2×1 con nuestro disfraz? Nuestra pareja también tiene derecho a llevarse su parte.
Si tenemos un disfraz de Papá Noel, basta con que nos quitemos el traje, nos dejemos el gorro y nos pongamos ropa interior roja. Por otro lado, podemos emplear el saco de los regalos de Papá Noel para introducir productos íntimos con los que agasajar a nuestro compañero: jabones, cremas para masajes, velas, juguetes sexuales, etc. Todo es investigar, quizá nos guste, quizá no. En todo caso, es una oportunidad perfecta para reírnos disfrazados.